Estamos tan colonizados que no sabemos cómo reaccionar a la humillación. Estamos buscando en el otro un indicio de cómo se hace. Estamos tan colonizados que tampoco queremos aceptar la fórmula.
Tenemos un déficit de honra. Los ataques de dignidad se extinguen en una insuficiencia de autoestima patética.
La dignidad es eso: honra. Sentimiento de autoestima, consciencia de valor personal que lleva a exigir respeto hasta que se consigue. Nosotros nos limitamos a recitarla sin actuar sobre ella. No sabemos actuar sobre ella. Tenemos miedo a actuar sobre ella.
La dignidad no se negocia. ¿Y? ¿Qué se hace con la dignidad? He ahí el problema. No tenemos un plan para ejercer la dignidad.
Nos han dejado desnudos y humillados a la intemperie y damos mucha pena. ¿Cuál es el plan?
La metrópolis nos degrada descaradamente y pide sumisión absoluta. ¿Cuál es el plan?
Hemos capturado la atención de la comunidad internacional que mira con curiosidad si nos queda un soplo de vida como pueblo. ¿Cuál es el plan?
El pueblo está lelo y desorientado esperando que alguien le diga cuál es el plan. Posiblemente para rechazarlo. Cualquier plan para poner en práctica la dignidad es estremecedor y para eso este pueblo parece no estar preparado ni dispuesto. ¿Hay que pelear por la dignidad? Pues conmigo no cuenten. Yo soy pacífico. Vamos mejor a esperar que el americano llegue y nos evite esa opción.
Somos el vivo retrato del colonizado del que hablaba Albert Memmi. Mejor peleamos entre nosotros mismos para no tener que enfrentar al amo.
De ahí que lo mejor que se nos ha ocurrido es desafiar a los independentistas para que asuman la responsabilidad de la dignidad y presenten un plan. Plan que anexionistas y colonialistas se encargarán de impugnar y censurar. Para eso cucan la pelea.
Los estadolibristas no están dispuestos a enfurecerse con el imperio, levantarse y limpiarse las rodillas y el trasero.
Los anexionistas no van a dejar de hacer el ridículo sobrándosele al americano.
Ambos van a hacer lo que quiere el amo: pelear contra los independentistas.
¿Quieren empezar? Pues yo tengo un plan.
Creo que le debemos declarar la guerra a Estados Unidos.
A los primeros diez pasos de cómo hacerlo han contribuido muchos compañeros. He los aquí.
1. Retiramos al comisionado residente de Washington.
2. Suspendemos las primarias del 5 de junio y las elecciones del 6 de noviembre.
3. Nombramos la Asamblea Constitucional de Status.
4. Ocupamos la silla vacía que tenemos en la Organización de Naciones Unidas.
5. Derogamos todo impuesto, tarifa y cruditas aprobados para el pago de la deuda.
6. Dejamos de pagar hasta los intereses a los buitres y ponemos en vigor la ley de quiebra criolla.
7. Desconocemos los tribunales federales.
8. Suspendemos unilateralmente las leyes de cabotaje y traemos barcos mercantes de otros países a los puertos del país.
9. Traspasamos los activos culturales y ambientales a fideicomisos, instituciones sin fines de lucro y cooperativas de trabajadores
10. Aumentamos a 10% el impuesto a las foráneas.
Ahora vienen los que dirán Wilda Rodríguez se volvió loca. Lo suficiente para decir lo que otros murmuran. Esto es un plan digno que traería consecuencias graves con las que un pueblo digno tendría que bregar.
Que no tengamos los bemoles para hacerlo no nos libra de saber que la respuesta a la provocación de Estados Unidos contra el bienestar, la salud, la calidad de vida y la vida misma de los puertorriqueños sería declararle la guerra de una vez por todas.
Sí, esto implica lucha armada. Porque nos van a enviar al ejército más poderoso del mundo.
¿O no?
Pensándolo bien, quizás no. Quizás están tan locos por salir de nosotros que se ponen de pie y nos aplauden.