Hace algún tiempo andan por ahí hablando de la celebración del centenario de la imposición de la ciudadanía estadounidense a los puertorriqueños, evento ocurrido en marzo de 1917. Se preguntarán ustedes ¿a qué se habrá debido que nos impusieran la ciudadanía estadounidense, pese al rechazo del parlamento puertorriqueño? Durante mucho tiempo pensé que había sido para imponernos el servicio militar obligatorio, lo que hicieron dos meses después, en mayo de 1917.
No hace mucho que me enteré que la razón había sido otra. La imposición de la ciudadanía estadounidense a los puertorriqueños fue para enviar un mensaje claro a Alemania, en la antesala de la Primera Guerra Mundial, que Puerto Rico era propiedad de los Estados Unidos. Esto es lo mismo que hacían los blancos esclavistas al ponerle su apellido a los esclavos para indicar que éstos eran “propiedad” de los mister Brown, mister Smith y mister Johnson. Sin embargo, los apellidos no hacían a los esclavos ni blancos, ni libres, ni iguales a sus amos. Lo mismo fue con la imposición de la ciudadanía a los puertorriqueños. Esta no nos hizo ni estadounidenses, ni libres, sino simplemente “propiedad” del gobierno de los Estados Unidos, que es como todavía nos califican.
Siempre he sido, soy y seré ciudadano puertorriqueño pues nunca he aceptado ni aceptaré la imposición de ninguna otra ciudadanía, venga de donde venga. Simplemente soy puertorriqueño. Antes viajaba a países extranjeros con mi licencia de conducir y mi acta de nacimiento, ambos documentos puertorriqueños. Desde el 2009, el gobierno estadounidense impuso que tenemos que usar el pasaporte estadounidense para viajar fuera del territorio controlado por ellos. Como no acepto la imposición de su ciudadanía, tampoco acepto su pasaporte, aunque entiendo que otros compañeros lo usen, incluso para realizar gestiones patrióticas.
Desde el 2009 he sido invitado a varios países y les he explicado a los compañeros que me invitan que no puedo viajar puesto que me niego a aceptar un pasaporte estadounidense impuesto por el invasor de mi patria. Si el congreso estadounidense nos declarara perros a los puertorriqueños, ¿vamos a ladrar o a menear un rabo imaginario?
A continuación un poema que escribí hace algunos años sobre este tema, Vengo del parto de Lares.
Vengo del parto de Lares
Nunca he dudado ser yo,
ni cargo carimbo conmigo,
no ha podido el opresor,
marcarme con su apellido.
Siempre he sido boricua,
ciudadano puertorriqueño,
eso no me lo quita,
fuerza alguna del imperio.
Nací en el Grito de Lares,
y me reafirmé en Jayuya,
no me parió la Ley Foraker,
ni soy aborto de la luna.
Yo nací del alma de Betances,
a sangre y fuego surgió mi alma,
yo nací en el parto de Lares,
soy hijo del vientre de Mariana.
Que yo soy, he sido y seré,
un pitirre puertorriqueño,
no porque lo diga un papel,
ni ley alguna del imperio.
Simplemente soy quien soy,
nunca he dejado de ser,
lo que fui ayer soy hoy,
y lo que hoy soy seré después.
Que no hay poderes ni fuerzas,
ni retórica de vitrina,
que hagan que jure bandera,
a otra bandera que la mía.
Que yo nací puertorriqueño,
de alma y corazón adentro,
y antes que dejar de serlo,
¡me voy directo al infierno!