por Juan Antonio Corretjer*
El próximo jueves, cuatro de noviembre, el congreso de EU. llama a los puertorriqueños a negarse a sí mismos.
Una ley del Congreso de EU. decreta que los puertorriqueños voten en elecciones coloniales cada cuatro años.
Y requiere que voten, no como puertorriqueños, sino como extranjeros “americanos”, entiéndase yankis. A base de negar
en las urnas que son puertorriqueños, los colonos votantes eligen un grupo de funcionarios quienes, pertenezcan al partido
que pertenezcan, compondrán un aparato administrativo de los intereses de Estados Unidos en Puerto Rico. Eso es lo que
en lenguaje vulgar se llama “Gobierno de Puerto Rico”: es un gobierno sin poderes de gobernar y cuya capacidad
administrativa solamente cubre apenas un treinta por ciento del área gobernable de Puerto Rico. El setenta por ciento de
lo gobernable en Puerto Rico queda bajo la administración directa del Gobierno de Estados Unidos. Yeso incluye todo
lo importante en la necesidad de gobierno que tiene Puerto Rico. Es un triste, escuálido, pobrecito, indigente gobiernito
colonial de al treinta por ciento, a lo que a gritos, a insultos, llaman los partidos electorales a sus seguidores a votar
.Si usted se siente verdaderamente puertorriqueño haga lo que haría Betances: no vote. Y
lo que haría Albizu Campos:
no vote.
Al acto masivo y ordenado de no votar en las elecciones coloniales es a lo que llamamos retraimiento. Es decir
,retraerse de concurrir a votar. Los puertorriqueños nunca han tenido la oportunidad de aprender la fuerza que está en el
acto de no votar en las elecciones coloniales. Todo el aparato represivo, económico, político, militar y policiaco de los
grandes monopolios explotadores lo han impedido. Los bancos, las compañías financieras; los grandes industriales
mantienen una campaña sistemática a favor de las elecciones coloniales. La totalidad de los espacios de publicidad en la
prensa escrita; y la totalidad del tiempo radial y televisivo, los dedica el capital monopolista de Estados Unidos a mantener
convencidos a los Puertorriqueños de que llevan a cabo un gran acto democrático votando en las elecciones coloniales
cada cuatro años. Exactamente, hacen lo contrario. Votando en las elecciones coloniales niegan el principio fundamental
de un régimen democrático que es elegir los instrumentos y funcionarios de sus propios órganos de poder. Pero el
Gobierno de Puerto Rico es un gobierno sin poderes. El Gobierno de Puerto Rico es un gobierno impotente. El poder
reside en Washington y para beneficio de los intereses económicos, políticos y militares de Estados Unidos, administra
en Puerto Rico, el llamado gobierno de Puerto Rico, el treinta por ciento del área gobernable. Y aún esto, bajo la
vigilancia y supervisión constante del Gobierno Federal. Si al pueblo de Puerto Rico se le pudiese instruir todos los días
del fraude que significan las elecciones en masa, dejaría de votar el pueblo puertorriqueño. Désele al pueblo
puertorriqueño cuatro años en que la prensa escrita, la radio y la televisión, aclaren la farsa, la burla, que son las
elecciones coloniales y se verá cómo cambia la actitud política masiva de los puertorriqueños.
Si el pueblo de Puerto Rico supiese que nadie, absolutamente nadie, vota honradamente en Puerto Rico, comprendería
la moral democrática que representa el retraimiento, es decir, el acto de no votar en elecciones coloniales. Hay un por
ciento, relativamente pequeño por suerte, que va conscientemente a votar deshonestamente en las elecciones coloniales.
Van conscientes de la inmoralidad que cometen porque saben que es verdad que las elecciones coloniales son una
mentira, son un engaño, son una monstruosidad anti-puertorriqueña, anti-pueblo, anti-democrática. Esos votan
conscientes del acto deshonesto que comete. Luego queda la gran masa de pueblo que concurre a las elecciones.
Son los engañados que inconscientemente cometen el acto deshonesto de votar
. Y, como las elecciones coloniales son
una monstruosidad de deshonestidad, son una burla, son una farsa, son un engaño, el acto particular de votar que cada
uno comete forma parte de esa deshonestidad colectiva que son las elecciones coloniales.
No votar en las elecciones coloniales es, al contrario, un acto honesto, un acto patriótico y democrático. Es la manera
consciente de negar el derecho de un gobierno que no es puertorriqueño, que es estadounidense que es el gobierno de
Estados Unidos, a usar un acto colectivo de la voluntad del pueblo puertorriqueño para elegir unos funcionarios obligados
por ley a defender los intereses de Estados Unidos coincidan o no coincidan con el bienestar del pueblo puertorriqueño.
Si usted no vota en las elecciones coloniales litigará el momento en el que su ejemplo será seguido por una cantidad tan
grande de no votantes que la farsa, que la burla, que el engaño de las elecciones coloniales acabará.
En ese momento el Gobierno de Estados Unidos comprenderá que no puede gobernar a Puerto Rico. Es en ese
momento que la solución del llamado status político de Puerto Rico se resolverá con el reconocimiento inevitable de la
Independencia de Puerto Rico, porque evitar el advenimiento del pueblo de Puerto Rico a su Independencia y soberanía
es el motivo único de las elecciones coloniales. En la consecución de ese propósito único de las elecciones coloniales
colaboran todos los partidos electorales, lo mismo los estadoístas que los estadolibristas que los independentistas y los
socialistas. Y colabora igualmente ese nuevo cuerpo de partidarios sin partido que vota en las elecciones coloniales: los
llamados mixtos, que mixtos son con unos y con otros, afirmando con sus votos el derecho de Estados Unidos a gobernar
a Puerto Rico.
Porque las elecciones, como método, fueron inventadas para eso: para sostener el status quo, no para cambiarlo. E
l voto independentista resulta tan americano como el estadoista o el estadolibrista. Porque reafirma el coloniaje
colaborando en un sistema que no sirve para cambiar el status. No se llame a engaño: el voto estadoista tampoco sirve
para cambiar el status, sino para reafirmarlo en una inútil ilusión de culminarlo en la estadidad. Los estadolibristas lo
mismo, porque lo llamada “libre asociación” es un substituto para la estadidad. La llamada “unión permanente” de todos
los partidos yankistas significa el status colonial del territorio incorporado. No significa ni autonomía ni estadidad,
significa el status colonial del territorio incorporado. Y las promesas independentistas de negociación pacífica de la
independencia no es otra cosa que la prolongación del coloniaje montado sobre un enorme aparato retórico.
¿Cuál es pues la última verdad de las elecciones coloniales, en las que tanto pasión malsana, tanta injuria, tanto
insulto están de por medio? Es el instinto agresivo del asalto al presupuesto. Son millones, miles de millones de
dólares, a la disposición de los triunfadores electorales. Se odian. Se maldicen. Se insultan. Las grandes consignas
políticas públicas se reducen a una sola gran consigna oculta: ¡La bolsa o la vida!
Y los pobres independentistas y socialistas a los que no les va a tocar un centavo, concurren inútiles a las inútiles
elecciones coloniales para darle testimonio a este pensamiento de Eugenio María de Hostos:
“Los tontos y los astutos son compañeros de viaje en este mundo”.
*Tomado de El Nuevo Día del martes 28 de octubre de 1980