Temperaturas bajísimas, falta de protección, violencia y temor: los migrantes parecen cometer el pecado original al intentar buscar una vida mejor. Hungría los quiere en la cárcel y Europa los repele. Por: Juan David Torres Duarte
El presidente de Hungría, Víktor Orbán, suele ser un hombre de pocas palabras. En un anuncio radial, reafirmó dicho carácter: sin explicar cómo ni desde cuándo comenzaría, dijo que su gobierno detendría a todos los inmigrantes, sin importar si su petición de asilo estaba en proceso o si esperaban tramitarla. Su decisión va en contra de todo el espíritu de libre movimiento de la Unión Europea, a la que su país pertenece. A Orbán parece importarle poco: con el mismo discurso austero, más apasionado por los hechos que por la oratoria, decidió el año pasado negar la entrada a cada uno de los 1.200 migrantes que su país debía recibir como parte de la cuota impuesta por la Unión Europea.
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Hungría tiene 10 millones de ciudadanos, una población casi similar a la de Bogotá. En 2016, 29.400 migrantes pidieron asilo en ese país: no alcanzan a completar el 3% de la población entera. Pese a ello, Orbán ha dicho que “nosotros debemos proteger nuestra soberanía”, aun cuando la fantasía de que 29.400 migrantes amenazan la estabilidad y la soberanía de un país con fuerzas militares, encerrado entre vallas y dispuesto a encarcelarlos cuando lo desee sea, en términos respetuosos, ingenua. Orbán, sin embargo, ha demostrado que su enfrentamiento contra la Unión Europea no es sólo una cuestión de populismo, sino de principios comunes: cuando encerró su frontera, para que sólo un par de migrantes pasaran cada tanto, sus vecinos siguieron su ejemplo e hicieron —y hacen— lo mismo. Ante ello, la Unión Europea responde con condenas verbales.
Orbán eludió los detalles de su pretensión. En 2015, el mandatario húngaro había sugerido esta misma propuesta, pero el Parlamento nacional nunca la legisló. Los tiempos, sin embargo, son distintos, y dada su determinación es posible que baste un decreto presidencial. Según recuerda El País de España, las autoridades de la Unión Europea sólo pueden detener a los migrantes en dos situaciones: cuando sea por completo necesario para el proceso de registro y cuando se encuentren en suelo europeo de manera irregular si tienen orden de expulsión. En ese sentido, la decisión de Hungría fue calificada por varios comités de derechos humanos como una “violación grave” de los derechos humanos. “Ahora mismo hay más solicitantes de asilo en centros de detención que en centros de asistencia abiertos”, dijo Gábor Gyulai, director del programa de asilo del Comité de Helsinki, a El País de España.
Esta son las tendencias actuales de llegada de migrantes hacia Europa (con las flechas de la parte baja puede ver también las rutas de tránsito y el número de migrantes estancados y dónde se encuentran):
l rechazo de los migrantes no es exclusivo de Hungría: Polonia, Serbia, Bulgaria, Rumania, Croacia y Eslovenia han enfilado a sus fuerzas militares en las fronteras para bloquearles el paso y enviarlos de vuelta. En invierno, las condiciones se han hecho aún más rigurosas incluso para aquellos que ya se encuentran en residencias de paso o albergues. De acuerdo con información de Naciones Unidas, pese a que más del 82% de los refugiados (7.300 en total) en Serbia se encuentra en lugares con calefacción, cerca de 1.200 hombres están viviendo en hogares sin las condiciones necesarias para resistir el invierno.
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Según Médicos Sin Fronteras, los refugiados del campo de Derveni, cerca de Salónica (Grecia), están sufriendo los rigores del invierno: los baños están llenos de nieve y los refugiados deben recurrir a fogatas improvisadas para aminorar el frío. Cerca de 350 personas deben hacer fuego con unos pocos leños disponibles. Dichas condiciones son inquietantes: a principios de enero, dos iraquíes fueron encontrados muertos en el sudeste de Bulgaria, al parecer poco después de su llegada desde Turquía. Una mujer somalí también murió congelada.
La seguridad tampoco ha jugado a su favor: según Naciones Unidas, los migrantes están sometidos a un maltrato constante por parte de las autoridades. “Estamos en extremo preocupados por informaciones que indican que las autoridades de todos los países a lo largo de la ruta de los Balcanes continúan enviando a los refugiados y migrantes hacia los países vecinos. En numerosos casos —aseguró el organismo en un comunicado— los refugiados y los migrantes han alegado haber sufrido violencia por parte de la Policía”. Los maltratos incluyen el decomiso de sus teléfonos —lo que les impide, de entrada, pedir ayuda a seres queridos que puedan estar ya refugiados— y en ocasiones, a pesar del frío y de la posibilidad de morir a causa del clima, sus ropas.
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En 2016, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), más de 387.000 migrantes llegaron a Europa. En 2015, esa cifra fue de poco más de un millón. El descenso en su número, sin embargo, no es una buena noticia: los migrantes podrían estar tomando nuevas rutas o quedándose a medio camino, en países de Oriente Medio y África que no les prestan la seguridad necesaria. Este año, 1.202 han cruzado por el Mediterráneo o por tierra hacia Europa. 13 han muerto. Cerca de 7.200 murieron el año pasado.